Han instalado 1.500 paneles es una hectárea que producirán 300 kilovatios Las placas generarán energía suficiente para cubrir un tercio del consumo de Monesterio
José Carlos Vázquez, Miguel Méndez y Amalia Duarte, quienes además de su común proyecto empresarial les une el hecho de ser cuñados, se encuentran inmersos en una de las empresas más ilusionantes de sus vidas. Sin ser empresarios, ni mucho menos dedicarse a las energías renovables, hace ahora dos años comenzaron a diseñar lo que en apenas dos meses será una realidad: convertir una hectárea de terreno situado en uno de los enclaves más altos del sur de Extremadura, en una huerta solar, que una vez entre en funcionamiento será capaz de generar electricidad suficiente como para cubrir un tercio de las necesidades totales de una población como Monesterio.
Guiados por la premisa de que la luz solar es una fuente inagotable de riqueza gratuita que se puede convertir en un bien económico mediante la producción de energía eléctrica, se han embarcado en este interesante proyecto en el cual han invertido alrededor de dos millones de euros. Han cambiando la fisonomía del cerro del Puerto de las Encinillas hasta convertirlo en un mar de paneles de silicio generadores de energía renovable que será vendida a la empresa Eléctrica de Monesterio, encargada final de la distribución eléctrica de la energía de esta planta.
Mil quinientos paneles orientados estratégicamente se encargan de recoger la luz solar, que después se canaliza hasta unos inversores que la transforma en energía eléctrica. La energía solar fotovoltaica, dicen sus promotores, «es una inversión de futuro, garantizada por ley», pues el objetivo es el de producir energía eléctrica, que una vez inyectada a la red se vende directamente a las compañías a un precio enormemente superior al que éstas la cobran a sus usuarios; además, los ingresos estarían garantizados, ya que la propia ley obliga a las compañías eléctricas a comprar toda la energía producida en este tipo de instalaciones.
Dicho así el negocio parece redondo, aunque en realidad, deberán pasar algunos años hasta que los promotores de la huerta solar Olla Vaquera, comiencen a recibir beneficios. Es más, los socios se lo plantean como un plan de pensiones, que comenzará a dar beneficios una vez amortizada la importante inversión generada para la puesta en marcha de esta instalación; aunque lo que si tienen muy claro, y es uno de los principales impulsos de su motivación, es que desde el momento en que se enganchen a la red comenzarán a facturar por la energía que producen.
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José Carlos Vázquez, Miguel Méndez y Amalia Duarte, quienes además de su común proyecto empresarial les une el hecho de ser cuñados, se encuentran inmersos en una de las empresas más ilusionantes de sus vidas. Sin ser empresarios, ni mucho menos dedicarse a las energías renovables, hace ahora dos años comenzaron a diseñar lo que en apenas dos meses será una realidad: convertir una hectárea de terreno situado en uno de los enclaves más altos del sur de Extremadura, en una huerta solar, que una vez entre en funcionamiento será capaz de generar electricidad suficiente como para cubrir un tercio de las necesidades totales de una población como Monesterio.
Guiados por la premisa de que la luz solar es una fuente inagotable de riqueza gratuita que se puede convertir en un bien económico mediante la producción de energía eléctrica, se han embarcado en este interesante proyecto en el cual han invertido alrededor de dos millones de euros. Han cambiando la fisonomía del cerro del Puerto de las Encinillas hasta convertirlo en un mar de paneles de silicio generadores de energía renovable que será vendida a la empresa Eléctrica de Monesterio, encargada final de la distribución eléctrica de la energía de esta planta.
Mil quinientos paneles orientados estratégicamente se encargan de recoger la luz solar, que después se canaliza hasta unos inversores que la transforma en energía eléctrica. La energía solar fotovoltaica, dicen sus promotores, «es una inversión de futuro, garantizada por ley», pues el objetivo es el de producir energía eléctrica, que una vez inyectada a la red se vende directamente a las compañías a un precio enormemente superior al que éstas la cobran a sus usuarios; además, los ingresos estarían garantizados, ya que la propia ley obliga a las compañías eléctricas a comprar toda la energía producida en este tipo de instalaciones.
Dicho así el negocio parece redondo, aunque en realidad, deberán pasar algunos años hasta que los promotores de la huerta solar Olla Vaquera, comiencen a recibir beneficios. Es más, los socios se lo plantean como un plan de pensiones, que comenzará a dar beneficios una vez amortizada la importante inversión generada para la puesta en marcha de esta instalación; aunque lo que si tienen muy claro, y es uno de los principales impulsos de su motivación, es que desde el momento en que se enganchen a la red comenzarán a facturar por la energía que producen.
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