16/10/07

El terreno rustico se revaloriza con la energía solar


El valor del terreno agrícola no depende ya de la calidad de su suelo y de la producción que su cultivo reporte. Eso es hoy lo de menos. Cualquier baldío llano y despejado, con buenos accesos, puede cotizarse tanto o más que la mejor finca de labor. La irrupción de la energía solar en el campo ha alterado los parámetros y esquemas tradicionales. Las expectativas de negocio hacen subir la temperatura en los ámbitos rurales, y como consecuencia, los precios empiezan a calentarse y subir. Hasta 15.000 euros por hectárea pueden llegar a pagarse en tierras de secano, precio que a unos hace llevarse las manos a la cabeza por lo disparatado y a otros frotárselas porque pueden resultar beneficiados.

De barbaridad, «una verdadera barbaridad», calificaba Bibiano Serrano una operación de compraventa llevada a cabo recientemente en la zona de Vegas Altas. El dirigente de APAG [Asociación Productores Agrícolas y Ganaderos] prefirió reservarse la cantidad pagada, «pero ha sido mucho, mucho dinero el que se ha movido», si bien reconocía que la finca adquirida era «buena y se encuentra en un punto estratégico».

La ubicación y características del terreno, antes que sus condiciones y calidad, es lo que ahora más influye en la cotización. Los terrenos sin arbolado ni obstáculos que resten horas de sol son los más demandados y valorados. No importa que sean improductivos, lo que interesa es que los paneles que se instalen queden expuestos al sol el mayor tiempo posible.

Con esas miras, los promotores de plantas de energía fotovoltaica se dirigen sobre todo al sur de la región, donde la irradiación solar es más intensa y de mayor duración, señala Ángel García Blanco, dirigente de Asaja. Calzadilla de los Barros, Fuente de Cantos y núcleos de las Vegas del Guadiana fueron algunas de las localidades que mencionó hacia las que, al parecer, se orientan las inversiones.

No obstante, zonas de la provincia de Cáceres, como Almaraz, Torrejoncillo, Trujillo o Abertura han captado la atención de los productores de energía solar. Según García Blanco, «suelen ser empresas del norte de España las que intentan adquirir terrenos, aunque también hay gente del sector del ladrillo que andan buscando tierras por aquí».

La demanda tira

La demanda que se centra sobre las tierras de labor «está generando una situación de bastante relevancia que evidentemente está repercutiendo en el valor de los terrenos», reconoció Ignacio Huertas, dirigente de UPA, [Unión de Pequeños Agricultores], otra de las organizaciones profesionales agrarias consultadas.

Así las cosas, los precios que figuran en la última estadística sobre los precios de la tierra publicados por el Ministerio de Agricultura, mueven a la risa. Según estos datos, el precio medio de una hectárea de labor es de 3.216 euros. Pero ya se sabe que los precios oficiales nada tienen que ver con los que rigen en la práctica en muchos casos. Las cantidades reales no suelen trascender.

Para Bibiano Serrano, «es muy complicado dar un precio medio, porque depende de la zona, del tipo de cultivo, si es de regadío o de secano». No obstante, hechas esas salvedades, considera que una hectárea de tierra buena puede rondar, arriba o abajo, los 6.000 euros.

Parecidos criterios mantiene Ángel García Blanco, para quien los precios divulgados por el MAPA están alejados de la realidad y sitúa también el precio medio de la hectárea en torno a los 6.000 euros. A este respecto señala que el que se viene aceptando como justiprecio ronda los 4.200 euros de media.

El presidente de Asaja afirmó que en calidad de tal ha tenido que elaborar dictámenes periciales en los que ha valorado en 7.200 euros la hectárea de tierras de labor con encinas y en 12.000 euros la de regadío. «Son precios que la Administración ha admitido en algunos procedimientos de expropiación», puntualizó García Blanco.

Como directora de la agencia de intermediación Fincas del Suroeste, Ana Delgado sitúa entre los 12.000 y 15.000 euros la cotización de aquellas fincas de secano mejor adaptadas para la instalación de huertos solares. No obstante, advierte que en los últimos cinco o seis meses apenas se registran operaciones, acaso porque -señala- «el mercado de las fincas rústicas es impredecible».

En alquiler

Todo parece indicar que es el alquiler y no la compra de los terrenos la opción más habitual a la que se recurre. Según los comentarios recogidos, es la preferida por los propietarios, muchos de los cuales por razones sentimentales no están dispuestos a desprenderse de un bien legado por sus antepasados.

Lo normal, señalaba Ignacio Huertas, presidente de UPA, es tomar en arriendo el terreno por un periodo largo de tiempo, entre 25 y 30 años. Ahora bien -precisa- Ignacio Huertas, «en la mayoría de los casos el precio del alquiler queda vinculado a que la electricidad generada sea comprada por las compañías distribuidoras».

En ese mismo aspecto incide el dirigente de Asaja Ángel García Blanco, quien señala que las rentas que se vienen obteniendo por el alquiler a 25 años rondan los 1.300 euros por hectárea. «En lugar de vender, los propietarios prefieren arrendar porque así se aseguran unos buenos ingresos y siguen manteniendo la tierra», recalca.

Para Ignacio Huertas, «la energía solar ha producido una especie de boom de efectos todavía impredecibles». Al respecto recordó que los proyectos de creación de plantas fotovoltaicas en Extremadura superan unas diez veces la capacidad de generación permitida por la Ley.

En su opinión, «se está dando una situación que está muy por encima de nuestras posibilidades. Todo el mundo se está apuntando a esto sin tener muy claro lo que conlleva», advirtió Huertas. No obstante, considera que ni la actividad agrícola ni los cultivos más característicos de Extremadura se verán comprometidos por la invasión de la energía solar. «Hay mucha superficie libre, terreno de sobra para cultivar o explotar con plantas fotovoltaicas».

Tampoco a Angel García Blanco se le escapa que, en la actualidad, la producción de energía solar fotovoltaica tiene condicionado su desarrollo toda vez que las líneas de distribución eléctrica están saturadas y no puede dársele salidas.