Todo ello es más que favorable para el cuidado del medio ambiente y la lucha contra el temido cambio climático. Y es que, gracias a la producción de este tipo de energía limpia, Almería evita la emisión de 340.800 toneladas de dióxido de carbono al año.
Lo más importante para el sector agrícola es que buena parte de la producción de energía renovable se puede llevar a cabo en invernaderos, cubiertas de balsas de riego e, incluso, en cubiertas de naves agrícolas e industriales. Su implantación, que se prevé veloz, disminuiría considerablemente la dependencia energética de la provincia.
Así, pese a que actualmente de las energías renovables la eólica es la que más aporta en Almería, concretamente el 86 por ciento del total, en un futuro es predecible un incremento de la solar y la biomasa, las que se implantan de manera más sencilla en el sector agrícola. De momento ambas son residuales, concretamente suponen un 9 y un 3 por ciento, respectivamente. Finalmente, la hidráulica sólo representa el 2 por ciento de la producción eléctrica provincial.
Biomasa
Almería está a la cola en producción de biomasa. Y es que, de los 164,2 MW que se producen de este tipo de energía en las 15 plantas de generación existentes en Andalucía, sólo 3,4 proceden de la provincia más Oriental. Cabe destacar que esta energía se genera a partir de residuos agrícolas.
De momento, en el territorio almeriense existen dos centrales de generación eléctrica de biomasa a partir de restos de invernaderos, como son Albaida Recursos Naturales 1 y Albaida Recursos Naturales 2, la primera de ellas se encuentra instalada en la localidad de Níjar, mientras que la segunda se ubica en la población de La Mojonera.
Energía solar
Por otra parte, la provincia con más horas de sol de la península sí lo aprovecha obteniendo energía solar. Concretamente, cuenta con 43.600 metros cuadrados, lo que evita la emisión de más de 8.600 toneladas de CO2 al año o, lo que es lo mismo, dejar de encender más de 230.000 bombillas.
Una empresa almeriense, Solmeraya, instala placas fotovoltáicas tanto sobre invernaderos, como sobre cubiertas de balsas de riego y en las de naves agrícolas e industriales. Ello provoca, como no podía ser de otra manera, un beneficio económico importante extra a los contratantes.
El invernadero dejará de ser sólo un mero campo de cultivo de frutas y hortalizas de extraordinaria calidad para complementar sus posibilidades con opciones tan interesantes como la generación de energías limpias.
