Doce mil euros y voluntad política es lo que separa la vida de Manuel de los servicios más básicos de la civilización. Poder hacer un gesto tan imprescindible en nuestras vidas como darle al interruptor, que funcione una nevera o darse el gusto de no salir de casa para ver el programa de Os Tonechos, que le encanta, pero que lo obliga a desplazarse dos kilómetros hasta la morada de los vecinos más cercanos.
Manuel Chao tiene 73 años y vive en el lugar de Candedo, en el municipio de Ourol. Su vida son sus vacas y los caballos que lo rodean. El próximo mes de julio, si nada se tuerce, la Consellería do Medio Rural instalará en su vivienda placas solares y los equipos necesarios para quedisfrute de la luz eléctrica. En realidad, Manuel vive de alquiler, pero a su casa nunca llegó el tendido eléctrico «a pesar de que a escasa distancia estea situado un dos parques eólicos con maior producción do norte da provincia de Lugo», explica la nacionalista Ida López Dovale. Son las paradojas de la Galicia rural.
La historia de Manuel no es única. Tampoco las promesas que de forma reiterada le hacían cuando llegaba una cita electoral. La situación de los vecinos de este municipio de A Mariña de Lugo que no llega a los dos mil habitantes se daba a conocer públicamente hace dos años, con una visita del delegado provincial de la Consellería do Medio Rural, Emilio Pérez López. Ya entonces se dijo que las placas solares eran la solución más viable para que Manuel recibiera suministro.
En el 2007, y a raíz de un reportaje publicado por La Voz, Os Tonechos tuvieron el detalle de regalarle un generador para que pudiera seguir su programa de la televisión.
Pero cuando se tiene que vivir con los escasos recursos de la jubilación, hacer frente a los gastos que supone llenar de combustible el generador no es una broma, y más cuando consume un pico y algo más. Así, Manuel evitaba usarlo y seguía con luz natural y desarrollando su vida como se hacía en las aldeas gallegas hace cincuenta o sesenta años.
La radio en casa de Manuel va a pilas y la carne está en salazón, porque sin nevera no resiste. Es precisamente este electrodoméstico el que más añora el ourolense. Pero por fin verá la luz y su casa, que no es suya, pero la siente como propia, pasará a usar una de las llamadas energías limpias. Está bien, ya que precisamente una de las cosas que más le preocupan es la contaminación, que estropea los frutos de sus árboles. Otra de las paradojas de la vida de Manuel: será esa luz natural que lo acompañó hasta ahora la que le permitirá hacer el gesto simple de encender una bombilla en casa. Ha esperado dos años a que se cumpliera la promesa debido a la lentitud de los trámites burocráticos.
En julio, Manuel se sentará bajo la sombra de una de sus perales a seguir las obras que le devolverán la luz.
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22/6/08
Energía solar para ver a Os Tonechos
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